©Timothy Hyunsoo Lee
Antón era un tipo cara dura, de los
que acostumbran a sacar ventajas de cualquier oportunidad. Por eso, cuando
firmó aquel contrato, supo que a partir de ese momento se estaba asegurando que
nunca le faltara riqueza y con ella, el amor.
Faltando poco para que se cumpliera
lo pactado, quiso engañar a su socio y, con lágrimas en los ojos, le propuso
romper sus acuerdos, argumentando que la crisis no le permitía obtener los
resultados que había proyectado. El otro le veía llorar y, aunque intuía que
esto era solo una artimaña ensayada para lograr su objetivo, le ofreció una
servilleta para que secara su rostro y lo consoló con suaves palabras
asegurándole que a él ya no le importaba lo firmado.
Tomó entonces, el papel mojado por
el llanto y vio en éste los ojos cargados de malicia, de con quien, hasta hace
poco, había hecho negocios, y lo guardó en el bolsillo, esbozando una sonrisa
que Antón no logró ver; pero, en ese instante, comprendió el significado del
dicho: “los ojos son el reflejo del alma”. Y cuando de alma se trata, el diablo
siempre encuentra la manera de obtener las que les pertenecen.
Escrito para el blog elbicnaranja y
su VIERNES CREATIVOS, basado en la propuesta de contar una historia a partir de
una imagen. (ENLACE)