La última cirugía no
había aportado los resultados deseados y se sumía en un estado de depresión
cada vez que se miraba en el espejo. Su obsesión por la belleza y juventud la
llevó a consultar a una hechicera, quien le reveló que su cuerpo necesitaba
absorber un alma pura. Le dio lo que parecía un pedazo de piel humana, seca,
con la instrucción de envolver con ella el primer brote de la rosa del jardín y
un trozo de la corteza del árbol donde duermen las gallinas, conseguir una rata
negra y cocerlo todo en agua del rocío mañanero. Luego que hubiera hervido,
debía darle de beber la sopa a uno de los niños hambrientos del pueblo.
*Relato ganador del mes de
octubre en el concurso, a partir de una imagen, de la Cofradía del Cuento Corto
(Tripe-C). La imagen propuesta es la que acompaña esta entrada.