B.M.R
La
transformación comenzó el día que me pidieron “dame la manita”, luego fue:
“¡rueda!” y me enseñaron a bailar; a medidas que aprendo ya no soy yo, todo es
muy confuso. Últimamente me enfundan en un diminuto y ridículo traje, con el
que me siento ultrajada. Mi voluntad ha sido domada y, entre tantas
estupideces, me siento como humana.