Imagen extraída de la web
Mientras
la impía lluvia borraba la rayuela que alguien había dejado marcada en la
acera, la calle se convierte en el lugar donde los niños juegan a ser marineros
que naufragan en los charcos. El cielo se derrama, y pequeñas gotas de agua se
adhieren al cristal de la ventana, por la que un hombre observa correr a los
pequeños. Se sirve un whiskey y sonríe, recuerda cómo se divertía con sus
barcos de papel, pero, en esa habitación, solo puede imaginar ser el farero,
que ha sido seducido por el canto de la sirena que le pide volver a la cama.
Participación en la semana #24 del REC