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Había
esperado y observado durante siete años, como una araña en el alero o un ratón
detrás del zócalo pero dejaría de ser en la fila, al que no atienden porque le
tocó el turno a la hora de cerrar. Ya no será el que baja corriendo desde el
quinto piso porque va tarde y en el primero se percata que ha olvidado las
llaves del coche. No se atrasará ningún vuelo que vaya a tomar y nadie le verá
como un pusilánime, podrá acercarse a cualquier chica sin el temor de ser
rechazado. Hoy se cumple el plazo para dejar atrás su mala suerte, la que
empezó el día que, furioso, rompió aquel maldito espejo.
Esa es la clave de la vida: romper con las supersticiones solo puede dar buena suerte. Muy bueno, Beto.
ResponderEliminarUn saludo
JM
Gracias Juan M.
EliminarSaludos.
Buen relato, amigo Beto.
ResponderEliminarSaludos
Muchas gracias Ángel.
EliminarSaludos.
Las supersticiones nos pueden llevar por caminos variopintos. Deshacernos de ellas es un método para no caer en ciertas ideologías que nos pueden perjudicar en ocasiones.
ResponderEliminarSaludos
Rosa
Hola Rosa B.G., considero a las supersticiones una manipulación, una manera de jugar con nuestra mente. Gracias por acercarse a este espacio y dejar su comentario.
EliminarSaludos.